El 900
La belle époque montevideana
En las primeras décadas del siglo XX se consolidó el proceso de modernización iniciado en nuestro país a fines del siglo anterior, y que pretendía dejar atrás la “tierra purpúrea”. Durante las dos presidencias de José Batlle y Ordóñez se impulsaron las reformas económicas y sociales que situaron a Uruguay como un referente en el contexto latinoamericano.
Montevideo, cabeza de un Estado de Bienestar en crecimiento, acompañó el proceso de modernización y la planta urbana creció aceleradamente. Se multiplicaron las avenidas y los bulevares por donde circularon los primeros automóviles. En consonancia con la creación de zonas e infraestructuras balnearias, se comenzó la construcción de la rambla. A los paseos al aire libre en el Prado se sumaron el Parque Urbano (actual Parque Rodó) y el Parque Capurro. En 1925 quedó inaugurado el Palacio Legislativo y cuatro años más tarde el primer rascacielos de América del Sur: el Palacio Salvo.
En este contexto de bienestar en crecimiento la literatura alcanza un momento de plenitud con la generación del Novecientos. Horacio Quiroga, Delmira Agustini, María Eugenia Vaz Ferreira, Julio Herrera y Reissig, Florencio Sánchez, Javier de Viana, José Enrique Rodó son algunos de sus integrantes.
La influencia modernista
La generación del Novecientos, al igual que los demás escritores hispanoamericanos de comienzos del siglo XX, recibió la influencia modernista.
El Modernismo fue el primer movimiento literario americano, supuso la independencia cultural con respecto a España, a pesar de que surgió de la síntesis de corrientes literarias europeas del siglo XIX: romanticismo, simbolismo, parnasianismo.
El movimiento se inició con Ismaelillo (1882) de José Martí y Azul (1888) de Rubén Darío, este último se convirtió en el principal representante del movimiento y fue quien difundió sus ideas.
El Modernismo se propuso renovar la literatura hispanoamericana. Algunas de sus principales características fueron la creación de un nuevo lenguaje poético y la renovación de las formas expresivas métricas. En la poesía modernista se destacó la musicalidad de los versos, el sensorialismo y una estética refinada.
Ser mujer en el 900
A principios del siglo XX la mujer estaba ajena a toda labor intelectual. Su educación se limitaba a las tareas propias de su sexo: el hogar y los hijos. La mujer -que primero era hija, luego esposa y por último madre- no podía ni siquiera salir sola a la calle. “Si estuviera en Europa, tendría derecho de sentarme sola en la terraza de un café, sin que la mitad de la ciudad gritara escandalizada”, decía Delmira Agustini.
Josefina Lerena Acevedo de Blixen, testigo presencial de aquella época relata en su crónica Novecientos algunas de las costumbres sociales: “El paseo elegante se hacía por Sarandí, en invierno, de cinco a siete y entre plaza y plaza [...] Yo era todavía una colegiala, pero debía acompañar a una tía, ya que ninguna mujer soltera debía salir sola a esas horas; aunque esa parienta viviera en calle tan céntrica como Sarandí, igual debía salir acompañada”.
Eran los años en los que los montevideanos se asomaban a las ventanas para ver salir a Paulina Luisi de la Universidad, la primera mujer en nuestro país en obtener el título de Doctora en Medicina en 1908.
María Eugenia Vaz Ferreira fue junto a Delmira la otra voz femenina que se abrió paso en aquel mundo literario exclusivamente masculino. A pesar de que la publicación de su único libro La isla de los cánticos (1924) fue póstuma, publicó algunos de sus poemas en las revistas del momento.